La religión y el superyó (V)

Nicholi (2004) reúne las maneras que Freud tenía para referirse a sí mismo en su relación con la religión. Freud se definía como “materialista”, “ateo”, “médico sin dios”, “infiel” y “descreído”. Queda claro que era contrario a pensar en la existencia de un ser superior que mandase sobre el Universo. Su oposición a las religiones es tal que comprendía la religión como una “obsesiva neurosis universal de la humanidad”, y en sus escritos filosóficos etiquetaba a las personas de creyentes o no creyentes. Freud consideraba la religión una ilusión, no obstante, para él no necesariamente se traduciría en un error, pues observa alguna utilidad en las creencias. Ve explicados los dogmas por la necesidad de protección ante las demandas de la naturaleza y de la sociedad y como método para alejar la realidad (la cual se caracteriza por la escasez, tal como expuse anteriormente, y promueve la angustia) y eso los justifica, si bien habría casos de doctrinas que podrían categorizarse como ideas delirantes (Del Col, 1995). Freud aportó la teoría de que Dios se representa como una figura de protección y cuidado, esquema mental que procedería de la infancia temprana (Del Col, 1995), ya que remitiría a la indefensión sentida por el niño.  A través de la figura de Dios se hace menos temible la existencia de la muerte a la que se ve confrontada el ser humano. Aún con ello, Freud antepone la ciencia y la razón a la religión, que sería una cuestión afectiva. Sitúa a la inteligencia en una posición privilegiada, al decir que nos lleva a fomentar el amor por otras personas y que sería la auténtica salida para apaciguar a los deseos, pues es una alternativa a la religión que no promueve la restricción, como hace esta (Kernberg, 2010), con lo cual se deduciría que estableciendo a la razón como base de la cultura lograríamos poseer un mayor control sobre nuestros instintos.

ateismo

En los últimos meses han cobrado vigencia los fanatismos religiosos en los medios de comunicación a raíz del llamativo atentado terrorista que sesgó la vida de muchas personas en Francia. Pienso que resulta interesante aplicar el pensamiento freudiano a estos sucesos para intentar explicarlos. Se podría pensar que el fanatismo religioso guardaría un estrecho parentesco con el sectarismo. Habría un proceso de socialización en el cual las normas del entorno idealizarían la religión y la pondrían como máxima (en lugar de cómo instrumento de los hombres para salvar la incertidumbre de la muerte y de la aparente falta de sentido de la vida para poder así sobrellevarla).  En dicho proceso se podría instaurar la idea de que los que no profesan una determinada religión estarían equivocados y que lo justo sería hacerles entender, por los medios que fueran, que sólo habría una religión adecuada. Paralelamente, se podría implantar una idea de recompensa, por ejemplo, en el caso de ayudar a que la religión se expanda. Esta idea de beneficio podría sentirse como la satisfacción de un deseo, que podría ser el deseo de sentirse parte de algo o de dar sentido a la vida. La persona, en su concepción del  yo, puede percibirse como alguien incompleto, es consciente de sus carencias, y el superyó le enseña unos valores que debería seguir para ser lo que ha aprendido que es lo deseable.  Si tiene un yo débil, puede atender de forma desmedida a las exigencias del superyó y acabar desoyendo la parte del ello de los instintos de protección, para hacer primar los instintos de muerte, el tánatos. Esto podría ser una hipótesis tentativa. Ya que para imaginar este supuesto he tenido en mente el caso de la yihad, la guerra santa, prefiero explicitarlo. Los grupos terroristas yihadistas tendrían una alta organización, serían un grupo muy ordenado en base a la información que nos llega de ellos. El hecho de que sea un grupo y no un individuo favorecería el caer en las exigencias del superyó, ya que si completamos estos conceptos de Freud con una de las afirmaciones que se proponen desde la psicología social, la de que en un grupo las opiniones se polarizan, volviéndose más extremas, este razonamiento considero que aumentaría en significación. Las opiniones se volverían más extremas en un grupo de opiniones convergentes puesto que éstas tenderían a expresarse públicamente al no encontrarse objeciones, sentirse afinidad con el grupo y saberse a salvo de opiniones en contra (pues estas, en cambio, podrían generar incongruencia, y la falta de coherencia interna es incómoda). Así, el individuo dentro del grupo percibiría nuevos argumentos por los que defender esas ideas que comparte con los otros/as, aparte que, a sus ojos, se volvería más razonable su pensamiento y más sólido. El superyó iría, poco a poco, aumentando su peso dentro de la psique del individuo, ya que se irían interiorizando nuevas ideas asociadas a las que ya lo formaban.

El superyó, según infiero de la teoría freudiana, aunque esté en la psique del individuo como algo interno, no estuvo siempre allí, sino que procede de fuera y lo que ha acontecido es una internalización de esas normas y creencias del exterior. Por ello, pienso que podría decirse que no son originales del individuo y que, en el caso que nos ocupa, habría una muerte metafórica del individuo, al estar éste subyugado a lo que dictaría lo aprendido, lo que conforma su superyó. El sujeto queda despersonalizado, no importándole siquiera morir en aras del superyó, cuando esto iría en contra totalmente del instinto de vida del ello.

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